@eduardomackenz1
La conmoción que creó en Colombia
el texto de la Corte Constitucional que pretende disculpar (pues no se trata
sino de eso) los crímenes sexuales cometidos por los jefes de las FARC contra
sus víctimas, sobre todo contra niñas, niños, adolescentes y mujeres,
reclutados o secuestrados por esa banda criminal, no declina. Ésta, por el
contrario, crece día a día sobre todo ante las explicaciones abyectas que lanza
el señor Alexander Linares, presidente del grupo que inventó tal monstruosidad
en la maltrecha Corte Constitucional colombiana.
La doctrina depravada según la
cual los actos de pedofilia y tortura sexual y moral, los abortos forzados y
salvajes, cometidos por jefes comunistas en Colombia, durante el llamado
“conflicto”, no son castigables, o son castigables con las penas ridículas de
la llamada “justicia de transición”, no es un error ni una invención de última
hora de las FARC ni de esos magistrados. Es un acto consciente que tiene
precedentes en la historia del comunismo y que busca ahora no solo garantizar
la impunidad y el blanqueo de las FARC sino que pretende echar por tierra la
ética y los valores morales de todo un país.
Amplísimos sectores de la opinión
colombiana no se cansan de decir: la pedofilia y las otras monstruosidades
cometidas contra los menores no pueden ser sancionadas con “penas alternativas”
como las que piensa dictar la JEP al terrorismo FARC. La JEP es un cáncer que
está haciendo metástasis y debe ser erradicado cuanto antes.
Los inventores de esa doctrina no hacen sino desarrollar, de manera solapada, teorías nefandas que el comunismo y cierta izquierda radical internacional, que pretende encarnar el campo del bien, pusieron en práctica en diferentes épocas con resultados desastrosos.
Los inventores de esa doctrina no hacen sino desarrollar, de manera solapada, teorías nefandas que el comunismo y cierta izquierda radical internacional, que pretende encarnar el campo del bien, pusieron en práctica en diferentes épocas con resultados desastrosos.
Si los magistrados que guía
Linares no son barridos del escenario judicial, el escándalo actual en Colombia
no será sino el comienzo de unas maniobras aún más vastas y perversas
destinadas a abrir, de par en par, las compuertas a todo tipo de crímenes
sexuales.
¿Acaso alguien ha olvidado las
supercherías pedófilas que algunos trataron de imponer en Francia durante y
después del Mayo 68? ¿Hemos olvidado las teorías sobre la “revolución sexual” y
sobre la familia que defendía la bolchevique Alexandra Kollontai (1872-1952) en
la Rusia de Lenin y Stalin? ¿Hemos olvidado que ella, predicadora del “amor
libre” (lo que no le impidió casarse religiosamente en plena revolución),
militaba para que toda forma de unión entre los sexos fuera aceptada por la
sociedad, entre ellos los matrimonios entre tres o cuatro personas? Ella
inventó la propuesta de hacer el amor como un «vaso de agua» y practicar la
«monogamia sucesiva» (promiscuidad sexual sin afectos). Ante el rechazo de sus
tesis, consideradas por algunos como depravadas, entre otras por la revolucionaria
alemana Clara Zetkin, escribió, durante su vida de diplomática, novelas para
“socializar” una visión positiva del incesto.
El mal es contagioso. En la
historia completa del Mayo 68 hay un capítulo aciago en donde, so pretexto de
la “liberación de todas las formas de sexualidad” y “derrotar los
conformismos”, como pedía Kollontai, los amigos del incesto y de la pedofilia,
envalentonados por las audacias radicales de esa pseudo revolución, saltaron al
escenario y difundieron esas tesis durante más de una década, libremente,
logrando la neutralidad y, peor, la simpatía de algunos intelectuales y
periodistas.
En 1977, eminencias de izquierda
como Althusser, Sartre, Aragon, De Beauvoir, Foucault, Derrida, Gluksmann,
Sollers y Dolto firmaron un manifiesto
que tendía a banalizar la pedofilia, con el pretexto de “respetar el
consentimiento” de los niños menores de 15 años. En abril de 1977 fue creado en
París un “frente de liberación de pedófilos” que quería luchar “contra la
tiranía burguesa que castiga el amor con los niños”. Esa gente exigía que la
pedofilia fuera despenalizada y definida como una “cultura”. Para algunos, la
pedofilia es un arma de guerra para destruir el orden social.