lunes, 24 de septiembre de 2018

Ideología de género en Colombia, lo que va de la Constitución del 91 al acuerdo de La Habana


Por Aníbal Palomino

La sociedad colombiana y en especial las nuevas generaciones están en grave peligro debido a la transformación cultural que viene viviendo el país.  

Colombia siempre ha sido considerada por propios y extraños como la joya de la corona de la hispanidad en Latinoamérica, esto debido a que es un país democráticamente estable, con un pueblo católico practicante y por su férrea oposición a la implantación del comunismo en cualquiera de sus variantes, tal como lo han vivido casi todos los países de la región que han sido víctimas de ese flagelo. La lista es rica desde Argentina hasta México y hoy los casos más notables son las dictaduras de Maduro en Venezuela y Ortega en Nicaragua.

Pero Colombia, ese país que fuera el primero de América Latina en recibir un romano Pontífice cuando le abrió las puertas a Pablo VI en 1968, hoy está en grave riesgo, pues especialmente desde el inicio de la década de los noventa varias avanzadas vienen sucediendo para socavar la tradición hispánica y religiosa de nuestra nación, y es que el comunismo con furia visceral se vale de cualquier artimaña para embaucar incautos sin importar que sean del más rancio abolengo o la extracción más humilde.

Hoy Colombia está siendo atropellada por la izquierda recalcitrante del Siglo XX, esa que viene desde la extinta URSS y que fue esparcida como una plaga por el dictador Fidel Castro desde Cuba en toda Latinoamérica a través de partidos políticos y guerrillas comunistas, esa misma izquierda que además se hizo nueva, pintoresca y amigable, cuando se tuvo que reinventar al desmoronarse el Muro de Berlín,  la Cortina de Hierro y la antigua Unión Soviética.

Por eso, mientras organizaciones criminales vinculadas con el narcotráfico y crímenes de guerra y de lesa humanidad como las “disidencias” de las FARC, el ELN, el EPL y otros grupos terroristas azotan las áreas rurales del país (que, dicho sea de paso, desde el gobierno Santos se equiparan a la delincuencia común a pesar de no serlo pues tienen trazados objetivos políticos e ideológicos), desde Bogotá y las principales capitales colombianas la izquierda del arco iris, esa misma que fue inspirada en todo el mundo por el teórico comunista Antonio Gramsci, hace de las suyas con un poderoso lobby enquistado en los tres poderes públicos, los medios de comunicación, las artes, la academia y el magisterio. Estos actores han subvertido la cultura hasta llegar a cambiar el pensamiento de las nuevas generaciones que hoy mayoritariamente son funcionales al marxismo cultural y, como buenos incautos, se prestan con sus votos y militancia para destruir sin darse cuenta la civilización occidental.

sábado, 22 de septiembre de 2018

Un violador "transgénero" fue recluido en una cárcel de mujeres y abusó de las presas

Por Guillermo Rosero

La ideología de género parte de la base anti-científica y meramente ideológica de que nuestra sexualidad humana carece de componentes biológicos e innatos que la determinen; de este modo, según esta ideología, no nacemos con un género determinado (hombre o mujer), sino que directamente somos nosotros quienes con base en nuestras experiencias y nuestra personalidad, decidimos o elegimos qué somos. Para los ideólogos del género, no nacemos con un sexo biológico (y por ende una sexualidad determinada) sino que se nos asigna uno al nacer. No se dice: «nació niña», sino: «le asignaron el género femenino», haciendo que la identidad sexual sea profundamente frágil y “líquida”. Además se sujeta a cambios basados no en hechos comprobables sino en meras subjetividades y, peor aún, sujetas a manipulación mediática e ideológica.

Ya no solo se habla de que un hombre se “crea” mujer como consecuencia de esta ideología, se ha llegado al punto de que un hombre se “crea” mujer un día, al otro hombre y al otro “neutro”, algo así como el trastorno bipolar pero aplicado a la identidad sexual (esto se conoce como “género fluido”). La gravedad de todo esto es que los problemas de estas personas relacionados con su identidad son socialmente concebidos como algo natural y correcto. En otras épocas si alguien decía que siente una desconexión entre su sexo biológico y su mente, sería motivo de una visita segura al psiquiatra; hoy, sin embargo, son celebrados con marchas multicolor, con fondos públicos, con todo el poder mediático y, lo PEOR de todo, son convertidos en leyes, de tal modo que estas ideologías son parte de las políticas públicas de los estados y están dentro del ordenamiento jurídico de occidente (incluido Colombia).

Resumiendo: si un hombre dice que en realidad es una mujer, no solo tenemos que aceptarlo como algo normal y correcto, sino que, además, por medio de la presión y la represión estatal tenemos que hacer parte de su auto-percepción. Estamos, hoy por hoy, obligados como sociedad a decirle a un hombre de 60 años con 2 hijos y una esposa que en realidad es una mujer lesbiana (si este así nos los quiere hacer creer). Suena absurdo, ¿no? Bueno, es lo que ya está ocurriendo.

Por ejemplo, hace unos días se reportó una noticia según la cual un hombre de 52 años, Stephen Wood, nacido en el Reino Unido, que había sido condenado por tres violaciones cometidas en el año 2016 y posteriormente sentenciado a pena de prisión, astutamente se amparó en la ley de identidad de género (que dice que nosotros elegimos nuestro género independientemente de lo que somos), declaró que en realidad era una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre. Ni siquiera se sometió a una cirugía, simplemente se disfrazó vagamente de mujer. A la espera de la sentencia, las autoridades lo enviaron a una cárcel femenina asumiendo que un abusador de mujeres en realidad es una mujer transgénero. Como era de esperarse, a los pocos días Stephen Wood (ahora llamado Karen) abusó sexualmente de las reclusas. Las acusaciones incluyen denuncias de acoso sexual, toque indebido, exhibición de sus genitales y comentarios inapropiados sobre sexo oral. Este hombre, en su defensa, afimró que no le atraían las mujeres, cuando paradójicamente fue condenado a prisión ¡justamente por violar mujeres!

viernes, 21 de septiembre de 2018

La homosexualidad sí tiene cura


Por Alejandro Agudelo, columnista y director Revista de Arte Fragmento.

Parto aclarando desde un punto imprescindible a la hora de tocar este tema: no creo que una persona homosexual deba ser obligada a cambiar su estilo de vida. Desapruebo toda actitud  despectiva o de odio hacia una persona por el hecho de ser homosexual. Y del mismo modo desapruebo todo intento de pretender obligar a pensar que la homosexualidad es un estilo de vida natural y saludable, repudio la querella en la que se pretende condenar a todo aquel que, a través de la razón, sabe bien que la homosexualidad está lejos de ser normal y saludable.

Es apenas normal que muchas personas invadidas por la propaganda de los movimientos LGBT crean ingenuamente que la homosexualidad es una orientación normal del ser humano, pero esas son tan solo afirmaciones infundadas.

Según nos ha dejado claro la evidencia empírica psiquiátrica, la homosexualidad es un trastorno verdaderamente grave y alentar la homosexualidad como algo natural/normal es una condena en vida para la persona homosexual. Bien lo afirma el Dr. David Ruiz Vela: «La homosexualidad es una dolencia  crónica, degenerativa y mortal,  por lo que debe ser considerada grave».

Desafortunadamente, para quienes tienen la voluntad de ayudar a curar a la homosexualidad y para los que tienen sentimientos homosexuales indeseados los persigue el ataque constante de los movimientos LGBT, bajo la tiranía de tildar de discriminación todo buen intento opuesto al de sus consignas.

Pero veamos bien: en la definición anterior el doctor Ruiz llama a la homosexualidad como “dolencia”, y según nos define la RAE una dolencia es una indisposición, achaque, enfermedad. Al conocer a la homosexualidad como una dolencia es apenas normal oponerse a considerarla como un estilo de vida saludable, ¿eso es discriminación? Existen innumerables grupos y campañas en contra  del cáncer de mama, al cual consideran hasta mortal, y promueven su prevención, ¿es eso una discriminación hacia la mujer? ¿es odio hacia la mujer? De ninguna manera, es un sincero acto de valor y fraternidad hacia las mujeres que puedan padecer esta terrible dolencia. Así mismo no podemos, desde ningún punto de vista, sugerir que el interés de ayudar a  sanar la homosexualidad sea un acto de odio.

Ahora bien, este artículo no busca argumentar y definir a la homosexualidad como una dolencia grave, pues ya lo han hecho eminentes médicos mucho más estudiados sobre la homosexualidad. Tampoco es interés del autor refutar las consignas de los movimientos LGBT. Si el lector se ha sentido despistado ante estas letras, ya tendrá tiempo para estudiar a profundidad el tema.

Mi propósito en este articulo es ofrecer una guía para la (auto)terapia de la homosexualidad, escrita por el doctor Gerard J. M. van den Aardweg, basado en treinta años de experiencia terapéutica  con más de trescientos clientes.

Apoyo y guía constructiva para hombres y mujeres homosexuales con comportamientos homosexuales no deseados que buscan sanar su dolencia.