Por Aníbal Palomino
La
sociedad colombiana y en especial las nuevas generaciones están en grave
peligro debido a la transformación cultural que viene viviendo el país.
Colombia siempre ha sido considerada por
propios y extraños como la joya de la
corona de la hispanidad en Latinoamérica, esto debido a que es un país
democráticamente estable, con un pueblo católico practicante y por su férrea
oposición a la implantación del comunismo en cualquiera de sus variantes, tal
como lo han vivido casi todos los países de la región que han sido víctimas de
ese flagelo. La lista es rica desde Argentina hasta México y hoy los casos más
notables son las dictaduras de Maduro en Venezuela y Ortega en Nicaragua.
Pero Colombia, ese país que fuera el
primero de América Latina en recibir un romano Pontífice cuando le abrió las
puertas a Pablo VI en 1968, hoy está en grave riesgo, pues especialmente desde el
inicio de la década de los noventa varias avanzadas vienen sucediendo para socavar la tradición hispánica y religiosa de nuestra nación, y es que el comunismo con furia
visceral se vale de cualquier artimaña para embaucar incautos sin importar que
sean del más rancio abolengo o la extracción más humilde.
Hoy Colombia está siendo atropellada por
la izquierda recalcitrante del Siglo XX, esa que viene desde la extinta URSS y que
fue esparcida como una plaga por el dictador Fidel Castro desde Cuba en toda
Latinoamérica a través de partidos políticos y guerrillas comunistas, esa misma
izquierda que además se hizo nueva, pintoresca y amigable, cuando se tuvo que
reinventar al desmoronarse el Muro de Berlín,
la Cortina de Hierro y la antigua Unión Soviética.
Por eso, mientras organizaciones
criminales vinculadas con el narcotráfico y crímenes
de guerra y de lesa humanidad como las “disidencias” de las FARC, el ELN, el
EPL y otros grupos terroristas azotan las áreas rurales del país (que, dicho
sea de paso, desde el gobierno Santos se equiparan a la delincuencia común a
pesar de no serlo pues tienen trazados objetivos políticos e ideológicos),
desde Bogotá
y las principales capitales colombianas la izquierda del arco iris, esa misma
que fue inspirada en todo el mundo por el teórico comunista Antonio Gramsci,
hace de las suyas con un poderoso lobby enquistado en los tres poderes públicos,
los medios de comunicación, las artes, la academia y el magisterio. Estos
actores han subvertido la cultura hasta llegar a cambiar el pensamiento de las
nuevas generaciones que hoy mayoritariamente son funcionales al marxismo
cultural y, como buenos incautos, se prestan con sus votos y militancia para
destruir sin darse cuenta la civilización occidental.